A la mitad de Ferrari, el emblemático magnate del automovilismo italiano se sienta a la mesa con su hijo adolescente, fruto de su amante. Enzo Ferrari traza el diseño para un motor de 12 cilindros, en largos y angulosos trazos, como si estuviera una modista planeando un refinado vestido. Explica a su vástago que los ángulos curvos y amplios produce un mejor flujo de aire, lo que se traduce en más potencia y mayor velocldad. “Cuando algo funciona de forma más óptima, usualmente es más hermoso a la vista”, le comenta al joven Ferrari, interpretado en la adultez por Adam Driver.
Elegancia y eficacia
Los vehículos de Ferrari personificaban este principio. Eran eficaces. En su apogeo, establecieron récords de velocidad. Además, eran estilosos, incluso seductores, cautivando no solo por su potencia sino también por su estética. Más que Ford, BMW o inclusive Bugatti, la palabra Ferrari trae a la mente una inusual combinación de forma y función. Enzo Ferrari era tanto un ingeniero como un artista. En este sentido, resulta ser un tema óptimo para el director de Ferrari, Michael Mann.
“Dirigir una empresa automovilística de carreras es parecido a ser arquitecto o director de cine. Debes obtener mucho capital exterior para materializar algo importante para ti y perfecto en tu imaginación”, admite Mann, hablando mediante Zoom desde su despacho en Los Ángeles.
Durante más de cuatro décadas, Mann se ha esforzado por cerrar esa brecha entre la idealizada imaginación y el mundo real. Ha producido películas minuciosamente detalladas y refinadas, que también son excepcionalmente elegantes. Al inicio, con Thief (1981) y Manhunter (1986), realizó representaciones crudas y casi oníricas del mundo de los delincuentes, los policías y los asesinos; todo en tonos neón y oníricos que resultaron sumamente influyentes. Como productor ejecutivo de la popular serie policiaca de NBC, Miami Vice, diseñó un renacimiento pop, pastel y art decó que dejaría su huella en diversos ámbitos, desde los videojuegos (Grand Theft Auto: Vice City debe una deuda a Mann, si no algunos cheques residuales) hasta la alta costura informal masculina.
En la década de 1990, Mann cambió el brillo centelleante por paletas más afiladas, aportando una intensidad fría y gélida a la épica policiaca Heat (1995) y al drama basado en hechos reales The Night Manager (1999). En el nuevo milenio, fue uno de los primeros en adoptar la tecnología digital, explorando su potencial y ampliando sus posibilidades en Collateral (2004), su película para pantalla grande Miami Vice (2006), la película de robos de John Dillinger, Public Enemies (2009) y el thriller de piratas informáticos trotamundos, Blackhat (2015). Con sus cámaras inquietas y sus texturas claramente digitales, estas últimas películas alejaron a algunos espectadores y pusieron a prueba la capacidad de Mann para recaudar fondos en taquilla. Ferrari, es su primer largometraje en casi una década desde Blackhat.
Mann, diez años después
Durante su larga ausencia de los cines, ocurrió algo curioso. El director desarrolló un culto entre los cinéfilos más jóvenes, quienes defendieron sus filmes digitales posteriores a la década de 2000. Los críticos organizaron simposios en línea sobre Miami Vice y Public Enemies. La base de datos de proyecciones neoyorquina, Screen Slate, vende una camiseta de “MANN BOY” en su tienda en línea. Los seguidores se han encargado de volver a editar Blackhat, acercándose a la visión original del director. Su ópera prima, Thief, sobre un delincuente autónomo chantajeado por los jefes del crimen, ha ganado un lugar de privilegio en los cánones personales.de los seguidores que celebran su visión incisiva de las relaciones laborales capitalistas. Esto hace que Michael Mann sea una figura excepcional en la cultura cinematográfica actual: un realizador de culto cuyas películas han generado más de mil millones de dólares en la taquilla.
Mann, el cual tiene un póster del revolucionario argentino Che Guevara en su oficina, asegura estar vagamente consciente de esta nueva secta de seguidores. “Uno de mis hijos me dice: ‘Papá, no lo entiendes. Manhunter está muy vivo'”, ríe. “Es gratificante. Esto no es comida rápida”.
Para Ryan Swen, un fanático de 26 años que editó Blackhat de manera independiente y la distribuyó por internet, el estilo de Mann no tiene igual entre sus colegas de Hollywood. “Hay algo muy diferente en su trabajo”, opina Swen. “Sus películas tienen un gran cuidado en los detalles. Y, sin embargo, está dispuesto a ceder a un impulso romántico”.
La nueva comunidad de Michael Mann
Como muchos de los seguidores contemporáneos de Mann, Swen aprecia especialmente las películas más criticadas rodadas digitalmente, y considera a Miami Vice y Blackhat como obras maestras. Esta opinión puede que no coincida con el consenso general de la crítica, pero también indica la forma en que el cineasta se ha colocado en la vanguardia del medio. “Cuando analizo mis propias películas, cada una de ellas me ha situado en una frontera en la que no me siento del todo cómodo, y tiene algunos problemas únicos. Para mí, ese es el desafío y la aventura” señala Mann.
Esas aventuras a veces le han enfrentado a las expectativas del público. La película de Mann sobre Miami Vice, por ejemplo, parece repeler activamente cualquier evocación estética de la serie original. Se acabaron los tonos pastel y los azules intensos, siendo reemplazados por escenas grises de la bahía de Biscayne en la oscuridad de la noche. Un tiroteo nocturno roza lo abstracto y visualmente ilegible. Pero sin duda es sorprendentemente innovador, el tipo de secuencia que no se había realizado antes en el cine y que no se ha vuelto a repetir desde entonces.