Bienestar

El dominio de los abrazos

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Existen abrazos que sanan heridas, existen otros que tranquilizan; están los que festejan el amor y los que perdonan. Existen abrazos de bienvenida y de despedida, existen abrazos justos y otros intrusivos. Hay tantas variedades de abrazos que otorgamos, recibimos u omitemos y que a veces pasan desapercibidos en la rutina de la vida, pero que tienen un impacto significativo.

Ezequiel Franco presenció la mejoría física de su padre Alberto (86) a quien, desde hace dos años decidió abrazar. “Me crié en un ambiente rígido y exigente. No recuerdo de pequeño ninguna manifestación física por parte de papá, por eso me costó comenzar a besarlo. Pero transitando este último tramo de su vida, me obligué a cambiar. Nunca es tarde, desde hacía años tenía el deseo de expresarle cariño con mis brazos y manos. Y un buen día, como quien se arroja a la pileta de agua fría, me animé. Fue mágico”, relata.

Él se relajó, se mostró más feliz y sonriente y su enfermedad muscular, que venía avanzando, cedió levemente. En el primer abrazo, Ezequiel tuvo temor de que Alberto lo rechazara. Pero ocurrió lo contrario. Y en los sucesivos encuentros entre padre e hijo surgió una calidez desconocida, un tono afable y dulce en la comunicación y ese contacto piel con piel que ablandó sus corazones endurecidos.

“Antes me costaba ir a visitarlo. Hoy, en cambio disfruto de buscarlo cada viernes para salir a almorzar. Él espera con ansias la cita. Nos abrazamos al recibirnos y al despedirnos. Y este ritual nos hace bien. Incluso este acto me impulsó a animarme a abrazar a mis adolescentes que aún me observan sorprendidos”, concluye Ezequiel.

Señales al cerebro

El sistema de salud del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (México), que proporciona servicios clínicos e investigativos, menciona a los abrazos como prácticas terapéuticas de curación y bienestar. Doctores y educadores explican que, cuando recibimos un abrazo, nuestra piel envía señales a la parte del cerebro encargada de procesar las emociones liberando hormonas (endorfinas) que ayudan a contrarrestar el estrés.

Afirmar también que, mediante estas prácticas es común que la presión arterial disminuya y, por ende, reduzca el riesgo de enfermedades cardíacas. Esto se debe a su efecto relajante al generar oxitocina, la “hormona del amor” que produce calma. Asimismo, colaboran en regular el sueño ya que disminuyen los niveles de cortisol en sangre aumentando la melatonina. Y algo no menor: en personas con enfermedades crónicas, el contacto físico que se da a través del tacto, puede incluso contribuir a reducir el dolor e incrementar su calidad de vida, fortaleciendo su sistema inmune.

La historia de separación y posterior reconciliación de Osvaldo y Beatriz fue marcada por el abrazo. Distanciados durante siete años, en un determinado momento, casi de manera fortuita, decidieron participar de un retiro. “Mi resistencia era total. No creía en nada”, dice este hombre rondando los 50. Pero ni bien empezó la jornada de trabajo nos propusieron escuchar al otro sin interrumpir ni opinar.

“Dentro de ese ambiente de silencio y consideración pude observar y comprender lo que nos había acontecido. Y descubrí en mí el deseo aún latente (aunque inactivo) de reencontrarme con Beatriz desde otro punto de vista. De inmediato brotaron las lágrimas en abundancia y nos abrazamos eternamente, lo cual lo dijo todo. Me aferré a esa vivencia y no quise soltarla nunca más”, narra Osvaldo.

Poco a poco llevaron a cabo un proceso difícil, de reconciliación entre ellos, pero también con sus propias historias pasadas. Beatriz, la niña consentida que había recibido mucha atención, pero “incapaz de amar profundamente” y Osvaldo el hijo rebelde de una familia numerosa, a quien nadie había abrazado y por tanto ajeno a ese lenguaje.

Ella relata que tuvo un gran despertar cuando pudo comprender que la frialdad o distancia de su esposo no era algo “que me hacía a mí”, sino que actuaba inconscientemente desde su herida. “Afrontar su dolor y ayudarlo a procesarlo nos reconectó”, explica. Confiesa que, lo que más echó de menos en los años de separación fue el abrazo de las buenas noches. “Mi cuerpo me lo pedía”.

A Osvaldo le sigue doliendo no haber podido abrazar suficientemente a sus cuatro hijos en ese periodo de separación. Por eso se emociona con cada abrazo que surge de manera espontánea hoy entre los seis. “Nunca me voy a olvidar el día en que él se mudó nuevamente a casa. Cruzó el umbral de la puerta y corrimos los cinco a su encuentro. No paramos de llorar. Seguimos necesitando ese contacto. No existe mejor manera de sanar, de expresar el amor, el perdón, el apoyo y la contención que el abrazo”, dice Beatriz.

“Los chicos entre jóvenes y preadolescentes, me lo piden de mil maneras y es de las cosas que más disfruto de nuestra cotidianidad”, finaliza este padre, quien se reconoce atravesando un periodo de sanación que lo va suavizando y regalando plenitud.

Fomentar el encuentro

El conocido periodista Andrés Oppenheimer estaría encantado de escuchar la historia de Ezequiel y Alberto y de Osvaldo y Beatriz. En su libro Cómo salir del pozo, donde analiza la epidemia de soledad que crece en el mundo, insta a los países a estimular el contacto físico y los espacios de encuentro cara a cara. Explica que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado este azote como prioridad mundial. Relata el caso de Finlandia donde se han multiplicado los espacios de contacto y encuentro en escuelas y centros cívicos con actividades recreativas (clubes de jardinería, talleres literarios, coros) fuera de hora.

“El aislamiento está acabando con las personas, desencadenando serios problemas cardiovasculares, deterioros cognitivos y todo tipo de adicciones. Y contrariamente a lo que se cree, son los jóvenes y no los ancianos quienes más solos se sienten”, dice Oppenheimer.

Alcanzar la profundidad del alma

Desde la bionenergética, el psicólogo Esteban Padilla explica el efecto terapéutico de esta práctica que desbloquea sentimientos antiguos guardados con candados en el fondo del alma.

“El abrazo no es cualquier encuentro. Se da desde la propia vulnerabilidad, porque el pecho, la panza y la pelvis son las zonas de mayor susceptibilidad del organismo. Es lo primero que protegemos en una situación de riesgo. Un abrazo es poderoso: activa lugares y sensaciones nuevas, produce un movimiento de energía, allí donde la palabra no llega. El cuerpo no miente. Un abrazo adecuado puede ser justo lo que el otro precisa sentir para que emerja -posiblemente con lágrimas- lo que estaba fuera de su conciencia”, asegura.

Padilla, director de la Escuela de Bionenergética, enfatiza la importancia de que esto se dé en un ámbito cuidado, para que lasujeto se siente confianza para desahogarse. “El abrazo actúa como regulador de emociones intensas que podrían desbordarse, contiene y da un marco”.

No invadir

Es muy habitual que, como progenitores, movidos por el amor inmenso que sentimos por nuestros hijos, nos precipitemos para prodigarles un fuerte abrazo. Pero cuántas veces ellos nos rechazan con un: “No te acerques, o no me toques”. El psicólogo Esteban Padilla considera que, en la vida cotidiana como en el consultorio, es crucial no invadir y aprender a preguntar qué quiere o necesita el paciente. Y abrazar únicamente cuando haya un pedido expreso. No antes.

En su recorrido personal, recuerda emocionado que fueron los abrazos recibidos los que marcaron un antes y un después en su vida. “Están grabados en mi memoria. Cuando toqué fondo y me encontré con los dolores más hondos de mi corazón, allí estuvo mi terapeuta abrazándome. Fue entonces que pude comenzar a sanar y encontrar un modo único de expresar lo que estaba herido. Poco a poco, me liberé del peso que cargaba mi cuerpo”, confiesa Padilla.

El tener que iniciar por uno mismo

Se ha hablado mucho del acto de abrazar y ser abrazados. Pero los expertos ponen la lupa en un gesto previo: la necesidad de empezar por uno mismo. Autoabrazarse, autoaceptarse y amarse como el primer paso de este eslabón amoroso.

Sostienen que, rodear nuestro propio cuerpo con ambos brazos hace que el hemisferio derecho del cerebro se una con el izquierdo logrando una sana integración del sentir y el pensar.

Padilla refiere a Gabor Maté, el médico canadiense especializado en adicciones y trauma, que no se cansa de repetir a sus pacientes que sepan que “se tienen o cuentan consigo mismos”. ¿Cómo? Abrazándose, validándose, queriéndose. Está convencido de que si nos seguimos mirando o tratando como lo hicieron quienes nos hirieron de pequeños (con falta de valía o deprecio) seguiremos perpetuando la herida. Como adultos, ya casi todo depende de cada uno.

Dolores Gutiérrez, quien acompaña psicológica y espiritualmente a moribundos, es testigo de estos ricos procesos de autorreconciliación y perdón. “Cuando una mujer o un hombre perciben que están a las puertas de la muerte, dejan caer sus corazas. No quieren perder el tiempo y, en muchos casos, comienzan a perdonar a sus padres, aceptar su pasado lo cual habilita luego poder decir ‘lo siento’ a sus familiares”.

Por última ocasión

Recuerda el caso de Ana quien pidió llamar a su hija con quien se había distanciado años atrás. Ese encuentro que terminó en llantos y abrazos y otro posterior que mantuvo con sus nietos (para expresarles el amor inmenso que no había podido trasmitirles) fueron la antesala de su adiós. Su hija y nietos la abrazaron por última vez, apoyando sus cabezas en su regazo, rodeándola con un manto de infinito amor. El vínculo quedó sellado y a los pocos días murió en paz.

“En estos 20 años de acompañamiento he podido comprobar algo maravilloso e intangible: que, al final de la vida hay mucha vida”, dice esperanzada.

Entonces manos a la obra. En esta Navidad, animémonos a abrazar soltando la razón, siguiendo la intuición y la maravillosa sabiduría que reside en nuestro cuerpo. Nunca es tarde para abrazarnos y abrazar. Sentir y dejar fluir. Sabiendo que al entregarnos recibiremos o regalaremos ese amor silencioso que va más allá de las palabras. Necesitamos de los otros, de sus brazos generosos y sus manos apacibles para caminar con confianza y en paz.


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