A muchos adultos les cuesta darse cuenta de qué es lo que sienten o cuál es la emoción que los está invadiendo y, si esta emoción es potente, no saben como gestionarla ni canalizarla. Experimentan distintos grados de analfabetismo emocional: una incapacidad para entender y manejar las propias emociones y la dificultad para comprender las de otras personas.
Pero al igual que analfabetismo convencional (incapacidad de leer y escribir, debida a la falta de una instrucción elemental), es posible solucionar esta falta de capacidad para gestionar nuestros cambios y alteraciones de ánimo mediante una apropiada enseñanza de dichas capacidades, de acuerdo con los especialistas.
“Sentir siempre es válido y legítimo. Juzgar las emociones y reprimirlas impide vivirlas y acompañarlas de manera asertiva y conectada. Las emociones necesitan ser sentidas en el cuerpo para liberar la energía atrapada que llevan consigo”, explica Miriam Tirado.
Tirado (www.miriamtirado.com) es consultora de crianza consciente y ofrece conferencias, talleres y consultorías para ayudar a las madres y padres a conectar con sus hijos e hijas. En su nuevo libro, ‘Sentir’, invita a realizar un “viaje para aprender a acompañar nuestras emociones y las de los demás”.
VARIABILIDADES DE EMOCIONES
“La mayoría de nosotros no hemos recibido ni educación emocional, ni herramientas o recursos para saber qué hacer con lo que sentimos. Aun así, nos toca acompañar las emociones de nuestros niños, familiares o amigos. ¿Cómo podemos conseguirlo si ni siquiera sabemos qué hacer con las nuestras?”, señala.
Acerca del extendido analfabetismo emocional, destaca que una de sus raíces radica en que “cuando éramos pequeños, nadie nos enseñó qué podíamos hacer con lo que sentíamos”.
“Hemos vivido relegando, rechazando, ignorando y temiendo a nuestras emociones. No hemos tenido modelos de buena gestión emocional y ahora nos sentimos perdidos”, puntualiza.
En esa línea, cuando somos adultos “el contacto con los niños y sus emociones nos hace de espejo, despertando en nosotros todo aquello que en su momento no integramos ni vivimos de manera asertiva” y ese encuentro “es una oportunidad de oro para tomar consciencia de nuestras heridas y sanarlas” según explica.
Tirado propone “pensar en las emociones como si fueran las olas del mar que vienen y van. Nada es permanente, las emociones tampoco” enfatiza.
ILUSTRACIONES DE ANOMALÍAS EMOCIONALES.
“Es muy común que madres y padres se desborden emocionalmente cuando sus hijos están desbordados porque están cansados o enfadados. El adulto se enfada tanto o más que el niño, porque no es capaz de gestionar y canalizar lo que siente de una forma responsable y adulta”, explica Tirado.
Añade que “los desencuentrosemotivos afectivos son frecuentemente las razones por las cuales se separan tantas parejas. Los integrantes confiesan que no se siente comprendidos ni acompañados afectivamente por la otra parte en los momentos de dificultad. Esto ocurre porque muchos adultos no sabemos apoyarnos emocionalmente”, según esta escritora.
“Nos duele tanto cuando observamos a nuestros seres queridos sentir enojo, melancolía, temor, o cualquier emoción que nos resulta incómoda que en lugar de empatizar y conectar con lo que está sintiendo, tendemos a negar, mirar hacia otro lado, quitar importancia o reaccionar de maneras que no ayudan a la persona a la que supuestamente deseamos acompañar”, destaca.
EL PRIMER PASO
Interrogada por EFE sobre qué pasos concretos podemos dar para solucionar nuestro analfabetismo emocional, Tirado sugiere iniciar preguntándonos, cada día en algún momento: “¿Cómo estoy? ¿Cómo me siento? ¿Puedo identificar la emoción que ahora estoy experimentando?”.
Este ejercicio cotidiano “implicará que tengamos algún momento al día para auto-escucharnos, para detenernos unos instantes, respirar profundamente y dirigir el enfoque hacia nuestro interior”.
“Solamente podremos percatarnos de lo que nos ocurre si nos atrevemos a escucharnos, a mirar hacia dentro, sintiendo que somos merecedores de nuestra propia atención”, indica.
“El motivo por el cual muchas veces no lo hacemos es porque nos relegamos al último puesto, considerando que primero están los demás, y en última instancia, nosotros. Por eso, necesitamos establecer como práctica diaria y natural el saber cómo nos sentimos y qué necesitamos”, concluye la autora.